Cierto, la oración es una exigencia de cada cristiano. Pero, en la Iglesia, los monjes y las monjas están llamados a desempeñar en manera particular este ministerio. El Papa Benedetto XVI, visitando una comunidad monástica ha recordado que la oración es el centro del “trabajo profesional” de los monjes los cuales, “ejercitan la profesión del orante”. “Su servicio primario para este mundo –ha recordado el Papa – debe entonces ser su oración y la celebración del Oficio Divino”.
Grande importancia reviste la oración litúrgica. La celebración eucarística cuotidiana debe ser la fuente. En esta se convierte presente, en toda su actualidad, el sacrificio redentor de Cristo. Es este el momento central de la jornada, la cual luz, como en un prisma, se proyecta sobre la Liturgia de las Horas, “El Opus Dei”, como lo llama San Benito, al cual nada debe ser antepuesto – y que ve reunida la mayor de las veces a la Comunidad. La liturgia es enteramente cantada: mientras la salmodia es en italiano, himnos y antífonas son tomadas del tesoro antiguo y siempre nuevo del repertorio gregoriano que, en el surco de la grande tradición de la Iglesia romana y de aquella benedictina, la Comunidad ha elegido para cultivar, sin excluir la polifonía.
Entra sin lugar a duda en el ámbito de la oración la Lectio Divina: no como un acercamiento “erudito” a la Palabra de Dios – para la cual existen algunos momentos de estudio – sino sobre todo una lectura orante, que prepara el corazón a la oración litúrgica.
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