La vida
Para reconstruir la vida del Padre del monaquismo occidental debemos recurrir a la única fuente biográfica de la cual disponemos: el segundo libro de los Diálogos de san Gregorio Magno, escrito en el 592 aproximadamente cincuenta años después de la muerte de San Benito. Su nacimiento viene colocado en torno al 480 en Nurcia. De familia acomodada, viene enviado a Roma para completar los estudios, pero deja pronto la capital, disgustado –según Gregorio – por el libertinaje en el cual viven sus cohetéanos y se dirige hacia la primer villa de Affile, en donde vive con una comunidad de monjes, entonces se retira en soledad a Subiaco, donde vive por tres años en completa soledad en una gruta –El Sacro Speco – sobre el cual surge el homónimo monasterio benedictino.
Este largo periodo de lucha y de prueba es determinante para la maduración humana y espiritual de Benito. De la cual sale renovado y pronto a participar a las próximas, su experiencia de Dios, atravesó una fecunda paternidad. Funda sus primeros monasterios en los alrededores de Subiaco en el 529 se establece en Montecassino.
El 21 de marzo 547 Benito concluye su largo peregrinaje terreno dejando una Regla y una familia monástica, aquella benedictina, que aun hoy, no ha perdido vitalidad y que se ha difundido en los cinco continentes.
La Regla
Subdividida en 73 capítulos, la Regla de San Benito es un texto que, después de 1500 años, no ha perdido su vitalidad.
Los estudios críticos han puesto en relevancia las fuentes de las cuales el Santo de Nurcia de ha valido para la redacción de la Regla (Primera de todas, la Regla del Maestro) pero también han puesto en relevancia las partes originales, frutos de la sabiduría y de la experiencia de San Benito.
Definida por su autor como una regla “mínima, para principiantes” es un códice monástico de grande equilibrio y de extraordinaria modernidad, y también un texto que puede inspirar –y de hecho inspira – el camino de cada cristiano que quiera verdaderamente seguir al Señor Jesús, “nada se anteponga a su amor” discerniendo continuamente en la propia existencia lo esencial, de lo superficial.
La proclamación de San Benito como Patrón de Europa a obra del papa Paolo VI el 24 de octubre del 1964 es el reconocimiento autoritario del peso espiritual, social, político y cultural que el Santo de Nurcia y sus discípulos han tenido por la construcción del continente europeo.
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